lunes, 2 de diciembre de 2019

En Lima… Castella maquilla una tarde para el olvido


Por: Fernando Farfán

La Feria del Señor de los Milagros llegó a su fin. A inicio de semana se anunció que la corrida de cierre tendría carácter goyesco en honor al acuarelista limeño Pancho Fierro. 

Tarde para el olvido donde hicieron el paseíllo Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Andrés Roca Rey. Ni los intentos empresariales por darle otro aire a la corrida con un homenaje que pocos entendieron, ni el haber mostrado los toros a mitad de semana como corresponde hicieron que se cuelgue el cartel de no hay billetes.

Se lidiaron toros de La Viña (1ro, 3ro, 4to y 6to) y El Olivar (2do y 5to) de correcta presentación, pero vacíos por dentro. Un desfile de mansos y descastados.

Morante de la Puebla: Silencio y bronca.

Sebastián Castella: Oreja y oreja.

Andrés Roca Rey: Silencio y silencio.

Corrida de expectación, corrida de decepción como reza el dicho, donde el toro volvió a ser el gran ausente.

Las dos orejas en extremo complacientes cortadas por Castella podrían darnos una lectura equivocada de lo sucedido. La que asoma como tarde triunfal fue en realidad una para el olvido. Acho ha perdido el norte y ha olvidado que actuaciones decorosas también pueden ser premiadas con vueltas al ruedo.

Se perdió la exigencia y abrir la puerta grande tiene cada vez menos valor.

Morante de la Puebla volvía a Lima después del soberano petardo del año pasado. El público no se lo perdona todavía y la emprendió injustamente contra el torero que no tuvo ninguna opción con los toros que sorteó.

Su primero cantó su mansedumbre de salida saltando al callejón, que dicho sea de paso volvió a ser un mercado con gente que no cumple ninguna función. El incidente afortunadamente sin consecuencias que lamentar. Picó trasero y con saña David de la Barra luego que el toro tumbara la cabalgadura de Ángelo Caro. Nunca embistió claro el de La Viña y fue siempre distraído. Por el derecho se coló más de una vez. Un mete y saca bastó para pasaportarlo.

Su segundo reacio a embestir fue picado también por De la Barra. Se agarró bien el varilarguero nacional en un largo puyazo que hizo mucha sangre. La cara alta del toro y su nulo recorrido impidieron cualquier posibilidad de lucimiento. Fue difícil el toro para cuadrar y después de dos pinchazos deja la espada en los bajos.

Sebastián Castella sorteó lo mejor de lo peor. El francés mostró predisposición y voluntad de agradar. Tuvo la capacidad de aprovechar las opciones que sus toros le ofrecieron.

Su primero un manso rajado buscó siempre la huida. Lo consintió el francés y consiguió sujetarlo al inicio. Lo que siguió después fue intentar torear en la querencia del toro consiguiendo logrados muletazos. Alargó la faena y dejó una estocada trasera.

Su segundo se movió y fue repetidor. Lo citó en corto con la muleta retrasada aprovechando así las medias embestidas. Corrió bien la mano a media altura en una faena con oficio donde estuvo siempre por encima de las condiciones del animal. Pincha y deja una entera.

Andrés Roca Rey no tuvo suerte, tanto así que intentó regalar un toro. El juez no dudó en decirle que no haciendo esta vez cumplir el reglamento a cabalidad.

Su primero llevaba peligro y arriesgó sobremanera. El toro embiste a trompicones y a mitad del viaje pega derrotes. Se arrimó buscando sacar pases donde no los había al precio de recibir un puntazo en la cara. Se la jugó el peruano con un toro que no valía la pena. Pinchó dos veces antes de dejar una buena estocada.

Su segundo no tiene historia. El de La Viña pierde las manos repetidas veces. Aparentemente una lesión bajo el peto afectó su aparato locomotor. Más que embestir topa la muleta. No hay toro y toca abreviar. Lo que siguió fue la petición denegada y dejar una buena estocada.

Terminada la corrida el jurado del escapulario decidió declarar desiertos los escapularios de oro y plata que premian la mejor faena y al mejor toro de la feria respectivamente.

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