Por Fernando Farfán
Lima, última de Feria del Señor de los Milagros. Tarde cargada de emociones fue la última del serial Limeño. Enrique Ponce volvía hacer el paseíllo en Acho, plaza que
siente como suya, pero esta vez la afición, que casi llenó hasta la bandera el coso Bajopontino, no abarrotó los tendidos solo para verlo a él, la afición hoy fue a ver a su torero, la afición hoy fue a ver a Andrés Roca Rey y no salió defraudada.
En tarde soleada el peruano fue sacado a hombros de su plaza tras cortar cuatro orejas. Esta vez fue la plaza de Acho la que cayó rendida a sus pies y su puerta grande fue abierta de par en par, como viene sucediendo en cuanta plaza se presenta. Tarde en la que los toreros lo pusieron todo. Ponce, su estética y gran técnica; y Roca Rey, sus ganas y poderío, pero la tarde no fue redonda porque faltó toro. La corrida de Roberto Puga no se prestó para el lucimiento, fue mansa y falta de casta, aunque alguno noble y con clase para embestir. En cuanto a presentación en líneas generales estuvo correcta, salvo el corrido en tercer lugar, que fue devuelto a los corrales por anovillado ante la presión del público, que esta tarde se hizo respetar y no permitió que se lidie un toro con un trapío indigno. Vergüenza para el ganadero y para el juez que previamente le dio pase. Los toros fueron, falto de casta, soso y sin trasmisión el primero; manso con peligro y débil de manos el segundo; bravo y codicioso por el derecho el tercero (bis) de Juan Bernardo Caicedo; noblote con clase y sin transmisión el cuarto; protestón y sin humillar el quinto; y manso rajado el sexto.