Por Fernando Farfán
27 de agosto de 2016. Octava de las Corridas Generales de Bilbao. Fueron seis los que ya habían saltado al ruedo de Bilbao y el petardo estaba cantado. Esta vez fueron los de Ricardo Gallardo, bien presentados y serios por delante,
pero vacíos por dentro, descastados y mansos hasta decir basta. El sexto fue devuelto por débil y salió un séptimo con el mismo hierro. No era fácil porque la tarde estaba cuesta arriba y el público en contra, pero eso no le importó a José Garrido que volvió a mostrar sus credenciales de torero bueno. El sexto (bis) fue regular, pero también agradecido y no se aburrió. Garrido lo dominó y corrigió defectos a base de templarlo y llevarlo sin brusquedad. Con la izquierda mejor no pudo estar. Echó los vuelos y bordó el toreo. Clasicismo, mando y buen gusto. Bilbao se volcó a favor del torero y puesto de rodillas al final de faena calentó los tendidos. La mesa estaba servida y la puerta grande entreabierta del día anterior. Con todo esto, mas una estocada en todo lo alto, Matías dejó caer los dos pañuelos. Se hizo justicia a un torero que lo puso todo y que tiene argumentos para encumbrarse en lo más alto. Con su primero las ganas no bastaron. El de Fuente Ymbro fue protestón y no tuvo transmisión. Se puso entre los pitones al final y lo despachó de un pinchazo hondo y un golpe de descabello. Sebastián Castella estuvo por encima del primero, al que le dio tiempo y le dejó la muleta en la cara sin que el manso quiera nada. El cuarto se rajó y fue imposible. El primero de Miguel Ángel Perera no tuvo mala condición. De salida colocó bien la cara y lo lanceó por delantales en los medios. No perdonó Garrido el quite y las chicuelinas fueron garbosas. En el último tercio le bajó la mano, pero la poca poca fuerza hizo que se venga abajo. No duró nada y lo pasaportó de una entera. Con el quinto no tuvo tela. Otro que protesta los muletazos. Digno el torero que mató enterrando casi por completo el acero.
pero vacíos por dentro, descastados y mansos hasta decir basta. El sexto fue devuelto por débil y salió un séptimo con el mismo hierro. No era fácil porque la tarde estaba cuesta arriba y el público en contra, pero eso no le importó a José Garrido que volvió a mostrar sus credenciales de torero bueno. El sexto (bis) fue regular, pero también agradecido y no se aburrió. Garrido lo dominó y corrigió defectos a base de templarlo y llevarlo sin brusquedad. Con la izquierda mejor no pudo estar. Echó los vuelos y bordó el toreo. Clasicismo, mando y buen gusto. Bilbao se volcó a favor del torero y puesto de rodillas al final de faena calentó los tendidos. La mesa estaba servida y la puerta grande entreabierta del día anterior. Con todo esto, mas una estocada en todo lo alto, Matías dejó caer los dos pañuelos. Se hizo justicia a un torero que lo puso todo y que tiene argumentos para encumbrarse en lo más alto. Con su primero las ganas no bastaron. El de Fuente Ymbro fue protestón y no tuvo transmisión. Se puso entre los pitones al final y lo despachó de un pinchazo hondo y un golpe de descabello. Sebastián Castella estuvo por encima del primero, al que le dio tiempo y le dejó la muleta en la cara sin que el manso quiera nada. El cuarto se rajó y fue imposible. El primero de Miguel Ángel Perera no tuvo mala condición. De salida colocó bien la cara y lo lanceó por delantales en los medios. No perdonó Garrido el quite y las chicuelinas fueron garbosas. En el último tercio le bajó la mano, pero la poca poca fuerza hizo que se venga abajo. No duró nada y lo pasaportó de una entera. Con el quinto no tuvo tela. Otro que protesta los muletazos. Digno el torero que mató enterrando casi por completo el acero.
Foto: Arjona
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