Por: Fernando Farfán
Como ya es costumbre ni bien terminada la última corrida de la feria el Jurado Taurino, que decide los premios de la Feria del Señor de los Milagros, se reunió a la carrera y en reunión privada bajo la modalidad de voto secreto y sin ningún análisis previo,
ni discusión alguna, e influenciados por la calentura del momento decidieron los premios de la feria.
De esta manera Andrés Roca Rey se adjudicó su tercer Escapulario de Oro al vencer nueve votos contra seis a Joaquín Galdós. El Escapulario de Plata, que premia al mejor toro de la feria, fue declarado desierto.
Decisión cuestionada que viene siendo resistida por un grueso número de aficionados que consideran como justo vencedor a Joaquín Galdós por la faena a su segundo toro con el hierro español de Daniel Ruíz lidiado en sexto lugar en la primera corrida de feria.
Hay que decir que los criterios para esta elección no están claros. Lo único claro es que el alcalde Peramástiene secuestrado el preciado escapulario y año a año lo viene desprestigiando manejando a su antojo la conformación del jurado donde él, sus tres regidores y seis amigos impuestos también por él, bajo el título de aficionados connotados suman diez votos de los diecisiete que deciden la elección.
La condición de aficionados entendidos de los seis connotados no está puesta en duda, pero sí se cuestiona la manera arbitraria y prepotente en que son nombrados, y al ser secreta la elección y no haber una exposición de las razones por la cual se emite el voto, hace dudar de la transparencia de sus decisiones. En cuanto lo aficionados que puedan ser el alcalde y sus tres regidores, y los conocimientos que puedan tener en materia taurina como para decidir una elección de este tipo tampoco está en discusión. Estos cuatro últimos son unos indocumentados de primer nivel.
No son pocas las veces que se la ha pedido al alcalde revisar el reglamento taurino y acondicionarlo a nuestra realidad y ha hecho caso omiso. Su único interés por la fiesta es el beneficio económico que esta le representa, tanto por impuestos municipales, como por entradas de cortesía. Otra prueba de ellos es que no se preocupa por tener una persona idónea, conocedora y con los pantalones bien puestos en el palco, y a pesar de lo resistido que viene siendo el Sr. Fernando Loayza como juez de plaza insiste en mantenerlo en el cargo.
Sin más ni menos el alcalde Peramás, que ya pasó a la lista de los de triste recordacion, es un personaje nefasto para la fiesta de los toros.
Entrando en materia de la elección propiamente dicha este jurado decidió por cuenta propia, al no haber nada escrito, lo que también hay agradecerle al alcalde, premiar al toreo que instrumente la mejor faena de la feria.
Partamos por ahí entonces y definir que puede ser la mejor faena.
El toreo como todo arte es subjetivo y lo que emociona a unos puede no emocionar a otros, pero al tratarse de una elección es bueno fijar criterios objetivos fáciles de medir para poder tener una elección justa. Debe entonces tomarse en cuenta: Las condiciones del toro lidiado, tanto la faena con el capote, como con la muleta, y la estocada.
La faena de Galdós que pelea el escapulario fue de un gusto exquisito, un compendio de toreo fundamental. Fueron buenos los lances a la verónica y con la muleta paró los relojes, se abandonó toreando al natural y sacó a los duendes a pasear. Los de pecho fueron de cartel y recuerdo una trincherilla de escándalo. Faena cumbre, rebosada de clasicismo. Ese es el toreo eterno. Si bien es cierto la estocada de buena ejecución fue entera, le quedó algo trasera, pero la rotundidad de la faena fue merecedora de las dos orejas.
La faena de Roca Rey en el toro de las dos orejas tuvo emotividad frente a un animal menos propicio para el triunfo y de un trapío similar. Un toro de mas a menos que a pocos le sirve. Estuvo bien con el capote lanceando de recibo a la verónica meciéndolo con gusto y llevando toreado al astado. Las gaoneras del quite fueron ajustadas y emotivas. Con la muleta inició de rodillas mandando y templando. Hasta aquí hubo toreo del bueno, del que emociona tocando las fibras más sensibles. El toro se apagó pronto y fue menos claro, y lo que siguió fueron series de pases destemplados. A toro parado, arrimón, y el que terminó embistiendo sobre el animal fue él. La estocada no fue entera, resultó honda, y al igual que la de Galdós de buena ejecución también cayó trasera.
Siendo objetivos, con el capote estuvo mejor Andrés, pero con la muleta y la espada lo de Joaquín fue inmensamente superior. El júbilo y la algarabía en los tendidos no deben ser criterios para media la labor de un torero, lo que vale es lo que este hace en la cara del toro y la obra artística que es capaz de concebir.
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