Por: Fernando Farfán
02 de junio de 2017. Plaza de Toros de Madrid. Vigésimo tercera corrida de feria. El Magisterio de Enrique Ponce parece no tener límites. Esta vez fue Las Ventas del Espíritu Santo la plaza donde el valenciano dictó cátedra. Torero
para la historia que cada día torea mejor y cuando esta se cuente se tendrá que hablar indefectiblemente de él, como hoy se habla de otros grandes. Poseedor de una técnica y estética perfecta puso a Madrid a rugir. Cortó una oreja a cada uno de sus toros. La segunda de opinión dividida, pero por lo hecho en toda la tarde la puerta grande es indiscutible.
Sorteó dos toros de condición muy distinta, de una muy buena corrida de Domingo Hernández que hoy tomó antigüedad. Toros grandes, de excesivo peso, pero que se movieron. Corrida encastada la del hierro salmantino.
Fue bueno el segundo, enclasado y noble al que Ponce lanceó de manera magistral. Las verónicas templadas de mano baja y un quite por chicuelinas hacían presagiar algo grande. Con qué gusto ha toreado el maestro con el percal. Con la muleta no fue la excepción. Inició por doblones sin enmendar el sitio. El toro humilla y Ponce tiró de él con suavidad. Los muletazos son intermibables. Los que liga con la figura relajada, con despaciosidad y cadencia. La última tanda toreando en redondo y genuflexo fue de un gusto y temple exquisito. Faena de dos en Madrid. Un pinchazo y una entera al segundo intento lo dejó en una muy merecida. El cuarto, negro salpicado de capa, precioso de tipo y serio por delante, fue un toro que sólo le vale a él y a dos más por lo complicado que fue. Toro qua había que consentir y hacerle todo muy bien. Ponce le corrigió defectos con esa muleta poderosa que hipnotiza y persuade a los toros a embestir. Faena perfecta, por técnica y valerosa, que está al alcance de muy pocos. Toro de embestida defensiva y sin recorrido al que Ponce le retrasó la muleta para alargar el muletazo y fue así que extrajo los pases que el toro tenía. Qué fácil parece, pero qué difícil es. Otra vez la espada no le funcionó. Pinchazo y una honda algo tendida. El juez atendió la petición y concedió el apéndice.
Hubo otros dos toros que fueron de lío por bravos y encastados. El tercero y el sexto. El primero de ellos le tocó a David Mora que le recetó una faena sin contenido. Con este se lució Ángel Otero clavando dos excelentes pares que pusieron la plaza en pie. El sexto mejor aún fue para Varea que confirmó alternativa. El de Domingo Hernández empujó en el caballo y se arrancó con alegría. Codicioso y repetidor en la muleta. No lo vio claro Varea, pero en su defensa hay que decir que el viento no lo dejó estar. Sólo algún muletazo por el derecho y por el izquierdo hubo tres naturales que fueron buenos.
El primero y quinto ofrecieron menos posibilidades. Más el quinto que fue el malo de la corrida. Al primero le faltó motor, pero tuvo sus teclas. No se acopló Varea con el toro de la confirmación. Y David Mora con el quinto, que protesta y embiste rebrincado, sumado al viento y lo poco lúcido que anda, hicieron que la faena no levante.
Foto: Plaza de Toros de Las Ventas
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