Por: Fernando Frafán
Vivimos tiempos de polarización y los toros no son la excepción. La fiesta tiene un componente subjetivo y en esa forma particular de sentir y verla que tiene cada uno se van vertiendo opiniones y adoptando posturas. Muchas veces afines y otras no tanto. La fiesta de los toros es pasional y es en la exposición y defensa de los puntos de vista particulares que surgen roces y ciertamente se cometen excesos.
Unos por ejercer una crítica desmesurada, para quienes todo está mal, y otros por lisonjeros, para quienes todo está bien. Posturas tan antagónicas que los primeros se ganaron el apelativo de “reventadores” y los segundos el de “claveleros”.
Dicho lo último sin ánimo de ofender a nadie, pues entendemos que en ningún caso son buenas las etiquetas, como tampoco lo son las posiciones extremas.
Hablando de toros es común no estar de acuerdo. Gustos por uno u otro torero van y vienen, así como decantase por un tipo de toro. Comunes son las discusiones cuando se habla de temas tan manidos como el pico de la muleta, el cruzarse al pitón contrario y el cargar la suerte.
Todo lo anterior entra en el plano de lo subjetivo, pero también hay un componente objetivo. El afeitado, los toros sin edad, jurados taurinos mal constituidos y jueces de plaza sin conocimiento entran en esta última categoría.
Sin importar lo que se esté discutiendo siempre se debe que guardar las formas y desterrar los agravios. Abramos pues el debate en el plano de las ideas y no vayamos a lo personal. No viene mal un poco de tolerancia
Dicho lo anterior. Ni “reventadores”, ni “claveleros”. Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre. Hacen falta aficionados cabales con capacidad de aquilatar lo bueno y lo malo. No todo es perfecto como tampoco todo es un desastre. Si algo está bien se dice y si no lo está se denuncia. Tan simple como eso.
El llamado es a abandonar las querencias naturales y buscar coincidencias. No olvidemos que el enemigo está afuera, vale más entonces estar unidos.
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